"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir"
Roy Batty, en Blade Runner
Con estas enigmáticas palabras en la boca moría Roy Batty, el replicante de Blade Runner. Encerraban la promesa de lugares nunca vistos, de espacios lejanos adonde el hombre apenas podía llegar con la imaginación. Pues bien, desde 5 Minutos Más queremos rendir un pequeño homenaje a Blade Runner al tiempo que inauguramos una nueva sección - Puertas de Tannhäuser - que esperemos despierte vuestro interés. Nuestra intención es, ni más ni menos, que la de abrir pequeñas puertas a lugares lejanos, aquellos que provienen de la imaginación de alguno de nuestros autores favoritos, para compartirlos con vosotros.
Nuestra primera parada es Dune, también conocido como Arrakis, un lejano planeta surgido de la mente de Frank Herbert y que fue presentado por primera vez en, según mi parecer, una de las mejores novelas de ciencia ficción de todos los tiempos.
Dune es un planeta singular, en esa forma en la que Tolstoi se refería a las familias desdichadas: cada una lo es a su manera. Y es que Dune es un planeta único, a primera vista triste e inhóspito. Formado casi en su totalidad por un inmenso desierto, la vida apenas consigue abrirse camino. Cáctus, palmeras, ratones y algún halcón del desierto son sus únicos habitantes, si exceptuamos a los humanos y a los gusanos de arena.
Los humanos son, en apariencia, fácilmente localizables. Se concentran en Arrakeen, la capital administrativa del planeta, protegida por una cordillera que la resguarda del desierto. Arrakeen aparte, los únicos humanos del planeta responden al nombre de fremen: miembros de una milenaria tribu del desierto que viven en sieths, enclaves de roca en el interior del desierto, duros como el lugar en el que habitan, enfundados en sus destiltrajes.
Los gusanos de arena son la especie dominante en Dune, gigantescos seres que habitan bajo las dunas y pueden llegar a a cientos de metros de longitud.
En Dune apenas hay vida, apenas hay agua y la vida es dura. ¿Cuál es su interés, pues, para el Imperio? La respuesta es sencilla: la melange, la especia, una droga geriátrica que da a quien la consume una mayor longevidad y que, además, despierta en algunas personas poderes precognitivos. El Imperio gira alrededor de la especia y la especia sólo es posible en Dune.
No es de extrañar pues que, cuando la familia Atreides puso un pie en Dune, la historia del universo enteró crujiese...
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