Era el amanecer de la tercera era de la humanidad, diez años después de la guerra entre la Tierra y el Imperio Minbari. El Proyecto Babylon era un sueño que había cobrado forma. Su objetivo: prevenir otra guerra creando un lugar donde humanos y alienígenas conviviesen en paz. Es un puerto de encuentro; un hogar lejos del hogar para diplomáticos, vividores, empresarios y viajeros de cien mundos. Humanos y alienígenas envueltos en dos millones quinientas mil toneladas de acero en rotación, solos en la noche. Puede ser un sitio peligroso, pero es nuestra última y única esperanza de paz. Esta es la historia de la última de las estaciones Babylon. El año es 2250. El nombre del lugar... Babylon 5.
Con estas palabras empezaba, allá por 1993, una de las mejores series de ciencia-ficción que he tenido el gusto de seguir y se presentaba el lugar dónde iban a girar el destino de la misma durante cinco largas temporadas: la Estación Babylon 5.
La Babylon 5 es, como su nombre indica, la quinta estación terrestre Babylon. Una inmensa mole de metal de ocho kilómetros de longitud, 250.000 habitantes y un buen número de visitantes. Situada en territorio neutral, acabada la guerra entre los humanos y los Minbari se erigió como un lugar donde las diferentes razas y culturas del universo pudieran acercarse a resolver sus diferencias y avanzar en la construcción de una paz duradera.
Así, Babylon 5 es un caleidoscopio de culturas alienígenas. Humanos, por supuesto, pero también los reptiloides Narns, inmersos en un régimen militarista desde que se alzaron contra sus amos, los sofisticados y decadentes Centauris, con quienes deben compartir ahora frontera; los espirituales Minbaris, que se rindieron de manera sorpresiva cuando estaban a un paso de vencer a los humanos, y los enigmáticos Vorlon, una raza de la que apenas se susurran rumores y que envió a uno de los suyos a Babylon 5. Junto a estas razas mayoritarias, una pléyade de pequeñas civilizaciones y culturas arremolinadas bajo el estandarte de la liga de mundos no alineados.
La riqueza del universo creado por J. M. Straczynski para Babylon 5 es uno de los elementos más destacables de la serie. A lo largo de sus temporadas, se va articulando una trama sólida y coherente, donde nada es dejado al azar. Así, no es extraño llegar a la tercera temporada y empezar a comprender por fin pequeños detalles de los primeros capítulos que llamaron la atención. Frente a otras series enrevesadas que dejan una sensación de improvisación constante (no diremos nombres, que me "pierdo"...), Straczynski consigue transmitir la sensación de que todo fluye en la dirección adecuada sin forzar la confianza del espectador. El carisma de los personajes (los humanos y los alienígenas) ayuda a dotar a dotar aún de mayor consistencia a la serie.
Atreveos a entrar en las entrañas de la estación espacial Babylon 5. No os defraudará.