"Shamoto tiene una pequeña tienda de peces tropicales. Su segunda esposa, Taeko, no se lleva bien con su hija, Mitsuko, y esto le preocupa. Un día, Mitsuko es pillada robando en una tienda de comestibles. Allí se encuentran con un hombre simpático llamado Murata, que ayuda a resolver las cosas entre Mitsuko y el gerente de la tienda. Murata también tiene una tienda de peces tropicales, Shamoto establece un vínculo con él y se hacen amigos, Mitsuko incluso comienza a trabajar para Murata y vivir en su casa. Lo que Shamoto no sabe, sin embargo, es que Murata esconde muchos secretos oscuros detrás de su rostro amable."
Rebuscando entre las especialidades del cine japonés, que considero que hace tiempo se desvinculó completamente de la imagen estereotipada de terror por excelencia, nos topamos seguramente con gran cantidad de cintas cuyos directores corresponden a nombres como Takashi Miike o Takeshi Kitano. Han traspasado nuestras fronteras gracias a las particulares formas de interpretar el cine, unas con más sangre y desvarío que otras, moldeando las emociones (o el estómago) de manera brillante.
De lo que sí pecaban estos autores anteriores en algunas de sus obras (Gozu, de Takashi Miike es una de mis peores experiencias psicológicas), era de su auto convicción de poder revolucionar en cada nueva producción un concepto hasta llevarlo a los límites más rebuscados e innecesarios de la naturaleza humana. “¡Que me llamen genio!”, pensarían, sin tener en cuenta que la transmisión de información de estos nuevos conceptos es factible si el público puede entenderlo, con un mensaje más o menos claro.
Al menos yo soy de la opinión de que hay que disfrutar del cine; para torturarme intentando entender ideas que se han dibujado en una mente brillantemente enferma estaría trabajando como crítico de cine (o en Telecinco).
Lo hizo con “Jisatsu Saakuru” (Suicide Club, 2002) y lo ha conseguido con “Tsumetai Nettagyo” (Cold Fish), un largometraje basado en hechos reales que narra las experiencias de un padre de familia sin rumbo en su vida cuando se topa con una pareja de asesinos en serie. La historia real os la he encontrado en un artículo de la prensa británica “The Independent”.
Siempre es de agradecer una película que contenga el incentivo de “caso real” explícito en la trama. De alguna forma nos hace meternos aún más en la piel de los personajes que en este caso realizan la gran mayoría un trabajo excelente. Las muchas veces cómicas escenas de las producciones asiáticas restan credibilidad a la concepción final, pero este no es el caso de Cold Fish.
En cuanto al desarrollo del guión, mantiene un ritmo constante tanto en las formas como en la duración de las escenas, resaltando aquellas que por su crueldad o impacto pueden determinar la intensidad del visionado.
PUNTUACIÓN FINAL
Cold Fish nos transporta a la angustia de un mundo cruel e injusto, en el que las personas adoptan ciertas actitudes a su manera para protegerse de él. Es un acceso directo a la naturaleza humana, desde el punto de vista cultural nipón, al sufrimiento por la impotencia generada por una vida desafortunada e intrascendente que, aun con buenas intenciones, ha acabado perdiendo el rumbo entre depredadores.
Lo mejor:
- Los papeles de Mitsuru Fukikoshi y Denden, brillantes. Sin desmerecer la correcta actuación de Megumi Kagurazaka y Asuka Kurosawa, que han sido sin duda el perfecto acompañamiento, el mérito se lo llevan estos dos actores.
- Las escenas de mutilación, correctas sin llegar a resultar del todo desagradables.
Lo peor:
- Quizá se hayan pasado un poco con tanta escena sexual. Ya quedó clara la idea desde el primer momento…
7,5/10
Trailer de Tsumetai Nettagyo (Cold Fish, 2010)
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