El otro día, trasteando entre las películas del oeste, me encontré
de nuevo con Bailando con lobos. Casi por acto reflejo abrí la caja y le di
gusto al reproductor. Disfruté de principio a fin, llamándome la atención lo
bien que ha envejecido y a la vez lo contemporáneo del film.
Lo cierto es que andaba un poco cansado del concepto de
héroe por la gracia de alguien. Ese tipo de personajes principales que, apenas
capaces de mantenerse con vida, acaban salvando al mundo por la abrumadoramente
eficaz fuerza del destino.
Ojo, que todo en su justa medida está muy bien y uno creció muy
a gusto con la Historia interminable. Pero agradecí ese el tono verosímil del
film de Kevin Costner, ese golpe de realidad cuando al héroe le supera el
entorno, no por ello restándole mérito a lo vivido.
Este western, nadando por la corriente que fluyera de películas
como Lanza rota o Un hombre llamado caballo, ofrece la epopeya del western a
través de los ojos del otro. Consigue situar al espectador dentro de la sociedad
indígena y empatizar con un estilo de vida condenado a la extinción.
¿Os suena a algo? Solo os diré que los espacios en panorámico y
el inabarcable mar de las praderas que se extiende hasta el horizonte, no
tienen mucho que envidiar a los aspectos más peculiares de los novedosos paisajes
cian en 3D.
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