Una historia verdadera es una de esas
películas en las que no ocurre nada y sin embargo no puedes
abandonar la pantalla. Es una línea recta increíblemente definida,
un viaje calmado sin retorno que permite el lujo de comprender otros
ritmos más pausados.
Una historia de tenacidad, de ese
trabajo duro que sí recompensa al que lo lleva a cabo, de vivir la
propia realidad y cumplir con uno mismo. Un cuento visual, iluminado
y sencillo.
Una suerte de fórmula alquímica
transforma el tiempo del espectador, empatizando con el personaje
principal, hasta el punto de tomar el resto del mundo como algo
acelerado y sin sentido, ajeno a todo lo que realmente importa.
Los ingredientes no podían ser de
mejor calidad: la fotografía de Freddie Francis, la música de
Angelo Badalamenti y la interpretación de Richard Farnsworth. Todos
presentados en su justa medida, por el director David Lynch, logrando
un equilibrio perfecto en lo alto.
Sentaos, pues, a media luz, poned la
película y entrad al juego. Os aseguro que la experiencia vale la
pena.
Un plato para algo más que saciar el
hambre.
Buen provecho.
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